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¿En qué momento? - Padres y Madres - Infancia

¿En qué momento dejamos de prestar atención a aquello que durante una etapa de nuestra vida nos hizo inmensamente felices?

¿Qué factores influyeron o influyen en que esto sea así?

¿Sería posible recuperarlo?...

Éstas son las preguntas que me hago después de haber estado observando y prestando atención a un bebé de cinco meses y su madre.

Ésta observación me hizo darme cuenta de que para ese bebé no había nada más que la mirada, el tacto, la sonrisa, la cercanía, las palabras de su madre y esto le aportaba toda la felicidad que necesitaba. La mirada del bebé hacia su madre era indescriptible, ojos tremendamente abiertos, con brillo y con mucha luz que transmitían plenitud, felicidad, amor. Si observamos con atención, los bebés están deseosos de obtener contacto, de ser atendidos, de recibir amor.


Todavía hoy en día se dice que no se hagan caso a estas demandas porque el bebé se acostumbraría… entonces ¿reprimimos nuestros deseos y quizás nuestra necesidad de acunar, acoger o dar amor a nuestros bebés? Y en este caso ¿sería esto saludable? Sinceramente creo que no.


Los pensamientos que me siguen son, con lo inmensamente reforzante que es esa mirada, ese contacto, esas sonrisas, esas palabras en una etapa de nuestra vida, ¿qué ocurre y en qué momento esto deja de ser así?, o si no deja de ser así, ¿por qué lo tenemos menos presente en nuestro día a día?.


Y entonces parece que el bienestar y la felicidad solo nos llegará a través de una opción de vida que es la “del tener”, “la vida de sumar” como dice Pablo d’Ors.


Parece que esa “plenitud” o felicidad y alegría por y en la vida solo es tal si me centro en sumar vivencias, experiencias, viajes, cosas materiales…pero ¿qué pasa cuando eso no se puede dar?

¿Qué ocurre cuando nos quedamos a solas con nosotros/as mismos/as y nuestra realidad? ¿Por qué llega un momento vital en el que perdemos de vista aquello que nos hizo tan felices y plenos? A la vez que aquello que pensamos que nos da la felicidad también nos la quita, ya sea porque no lo conseguimos, o porque ya pasó.


A veces estamos tan inmersos en nuestras miles de actividades que podemos llegar a estar con alguien y perdernos muchos momentos reforzantes y agradables que se dan en una conversación porque estamos inmersos en nuestros planes, ideas, proyectos…cuando estas con un bebé este llama la atención del adulto por ejemplo a través del llanto para pedir lo que necesita que en gran cantidad de ocasiones lo que pide es que estés con él/ella, que le des ternura, calor, afecto.



Por lo que creo sinceramente, que ese llanto lo utilizan para sacarnos del bucle de nuestros pensamientos y decirnos, “¡¡¡¡¡eyyy que estoy aquí y te lo estás perdiendo!!!!!” los bebés al igual que animales como los perros no necesitan sumar, simplemente viven, respiran y se nutren principalmente del afecto. Ya que esto es lo más importante.


Bebés y perros encuentran su bienestar mientras cubren o una vez que son cubiertas las necesidades básicas, llámense alimentación, protección, seguridad y afecto.

Los adultos necesitamos más. Pero lo curioso es que el hecho de estar en la búsqueda de esa ansiada felicidad nos provoque tanto malestar. Por esto mi pregunta, ¿en qué momento nos distanciamos de lo que nos hizo tan felices?


Tengo que agradecer a ese bebé que es el mío lo inmensamente feliz que me hace cuando observo su placidez al estar conmigo, lo llena que me hace sentir cuando me mira y me sonríe, el bienestar que siento cuando se alimenta de mí…porque no hay nada más en el mundo solo ella y yo. Mi mente no se despista con pensamientos innecesarios que me alejen de ese momento.


Por ello le doy las gracias a ella y me doy las gracias a mí por querer estar ahí con total apertura y dispuesta a buscar y encontrar momento a momento la ansiada felicidad.

Mª Teresa Martínez


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